Resumen

La televisión se ha convertido en el gran referente social y cultural de las sociedades contemporáneas. Idolatrada y denostada a partes iguales, ocupa gran parte del tiempo de los ciudadanos de las sociedades avanzadas. No hay clase social o cultural que se sustraiga a la seducción de las imágenes y mediatiza la vida de adultos y jóvenes en la misma medida. Pero, incluso reconociendo todas las virtudes que este avance tecnológico tiene, la televisión se ha convertido en la caja de Pandora a la que todo el mundo culpa de la mayor parte de los males que aquejan a los ciudadanos. Intelectuales, filósofos, comunicólogos, profesores, sociólogos, padres y madres reflexionan sobre el poder de la televisión. Y las conclusiones a las que arriban son bien distintas. En una nueva versión de «apocalípticos» o «integrados» hay una frontera que separa a los que resaltan lo bueno del medio (sus posibilidades de conocer el mundo en directo, sus usos en educación, su capacidad para entretener y divertir…) y los que opinan que el conocimiento superficial, la incultura y el aburrimiento se introducen en el seno de las familias por medio de este ingenio tecnológico cada día más perfeccionado. La reflexión ha llegado hasta el punto de interesar a la clase política que ha percibido que debe dar respuesta a todos los interrogantes que plantean los ciudadanos: ¿Hay manipulación informativa en todas las televisiones (públicas y privadas)? ¿Es realmente necesario que existan televisiones públicas? ¿Cómo deben ser financiadas estas televisiones públicas? ¿Es necesario regular el sector o es preferible dejarlo según las necesidades del mercado? En este sentido ha habido en Europa dos interesantes intentos por regular (o no) la televisión. Así el Senado francés a finales de 2002 emitió un documento que era al mismo tiempo reflexión y advertencia: por un lado se indagaba en el peso que las nueva cultura de la información tenía sobre el ciudadano, haciendo especial hincapié en la televisión, y por otro se concluía que era necesario un cierto control que tuviera como consecuencia una televisión de calidad. De la misma manera en 2004, el gobierno de Rodríguez Zapatero reunió lo que se vino en llamar un «consejo de sabios» para que reflexionara y apuntara soluciones sobre el fenómeno televisivo. Sobre los contenidos de ambos documentos, sobre sus consejos y sobre las soluciones apuntadas trata la presente comunicación.

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Published on 30/09/05
Accepted on 30/09/05
Submitted on 30/09/05

Volume 13, Issue 2, 2005
DOI: 10.3916/25717
Licence: CC BY-NC-SA license

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