Sin duda, uno de los géneros televisivos más habituales en las pantallas de todo el planeta es el llamado reality show, que se ha colado hasta el rincón último de todas las estructuras mediáticas a todos los niveles y en todas las modalidades que se consideren (televisiones privadas, públicas, nacionales, regionales y locales, plataformas digitales y recientemente a través de la «televisión móvil»). Lo que en un principio podíamos presumir que sería una moda (por definición, pasajera), se está convirtiendo en el género televisivo por excelencia. Sus contenidos han desbordado clara y voluntariamente el formato, para ocupar buena parte de la programación de la cadena. Se han convertido en una estrategia global. Ahora, una cadena puede rentabilizar todos sus programas gracias a un solo producto, gracias al reality show de turno. Generalmente, la ideología televisiva de estos espectáculos está conformada por ciertos ingredientes comunes: intromisión en la vida privada, encierro, componente interactivo y apariencia de concurso. He ahí la pócima secreta. La forma en que se desarrolle, el formato final que se le dé, no hace más que enmascarar sus verdaderas bases. Tanto Big Brother como Survivor, en apariencia tan dispares, contienen estos ingredientes fundamentales. La repercusión en la sociedad de este circo televisivo es inmensa. La situación, al menos desde el punto de vista educativo, es preocupante. Si ya sabíamos que la televisión (en su vertiente negativa), con sus formatos más antiguos, constituye un oponente muy serio para el docente, aún lo es más al hablar de la telerrealidad (término más aceptado por la comunidad hispanoparlante), porque además de utilizar el discurso ideológico de siempre, añade un componente de realidad que le hace parecer más creíble si cabe. La ficción supera, en términos de credibilidad, a la realidad. La ficción se convierte en más real que la propia realidad. Los valores, actitudes, comportamientos, lenguajes, y un largo etcétera de mensajes expresados en la ideología de la telerrealidad dificulta en gran medida la tarea de maestros, profesores y educadores en general, que asisten impotentes ante tal despliegue de fuerza de este enemigo mediático. ¿Qué tiene la telerrealidad de especial con respecto a otros formatos más antiguos?, ¿cuál es la incidencia de estos mensajes entre la población estudiantil? ¿Qué puede hacer el docente para paliar esta situación? Este escrito recorrerá brevemente la historia del género, así como su propia definición (nada clara), su futuro, las claves de su éxito de audiencias, la repercusión social y como apartado especial, su incidencia en la escuela, para acabar con algunas conclusiones/reflexiones.
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Published on 30/09/05
Accepted on 30/09/05
Submitted on 30/09/05
Volume 13, Issue 2, 2005
DOI: 10.3916/25820
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