School violence alludes to peer bullying and aggression in school. The field of communication has studied school violence by analyzing the influence of media and interpersonal relationships on aggressive behaviors. This article provides a perspective on school violence and concentrates on determining the influence of interpersonal communication with parents and teachers on adolescent aggressors and victims in school contexts. A non-experimental correlational-transverse design was used with a sample of 1,082 adolescents (M=15,61; DT=0,90). Three reliable scales were implemented to assess adolescent aggression and parental and pedagogical communication. Findings indicate that aggressions among adolescents at school and the interpersonal communication with parents and teachers present differences associated with gender (p=0,00). At the family level, it was found that offensive communication among parents and children (β=0,225; p=0,00) predicts an increment on school victimization. At the pedagogical level, it revealed that teacher communication intended to discipline students (β=−0,297; p=0,00) and make them see the importance of school and learning (β=−0,120; p=0,04) predicts a decrease in aggressive behavior among adolescents and school victimization. These new findings in education evidence the need to strengthen students’ interpersonal communication with their parents and teachers to obtain better results when implementing strategies to intervene and prevent school violence.
Palabras clave
Violencia, comunicación familiar, comunicación profesor-estudiante, adolescente, escuela, docentes, relaciones familiares, prácticas pedagógicas
Keywords
Violence, family communication, teacher-student communication, adolescent, school, teachers, family relationships, pedagogical practices
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, 2019) presentó en el Foro Mundial de Educación 2019 un informe que revela cómo los casos de violencia escolar han aumentado mundialmente, pues uno de cada tres estudiantes ha sido amenazado por sus compañeros y una proporción similar ha sufrido agresiones físicas. La violencia escolar hace referencia a cualquier forma de acoso o agresión a nivel físico y psicológico entre iguales en la escuela (Leganés-Lavall, 2013), y es un problema preocupante porque aumenta la deserción escolar (Ruiz-Ramírez et al., 2018) y disminuye el rendimiento académico de los estudiantes (Cerda et al., 2019). Las conductas de agresión y acoso escolar entre estudiantes pueden generarse presencial o virtualmente por medio de las redes sociales y otros dispositivos digitales con acceso a Internet (ciberbullying). Las razones por las que se produce la violencia escolar son multicausales. Demográficamente, por ejemplo, los estudios indican que la violencia escolar presenta diferencias asociadas al género (Jain et al., 2018; Machimbarrena & Garaigordobil, 2018); siendo el acoso físico una práctica común entre niños mientras que el acoso psicológico es más frecuente entre niñas (UNESCO, 2019).
En otros estudios se han identificado diferencias asociadas al género en la superposición entre la escuela y el ciberbullying (Baldry et al., 2017) y en otras variables afines como los roles en el ciberacoso, la comunicación materna, la disciplina inductiva y el control psicológico (Gómez-Ortiz et al., 2018). En términos generales, la familia, los medios y el ambiente de la escuela influyen en la violencia escolar (Cid et al., 2008).
En el contexto familiar, la evidencia empírica revela que el clima familiar (Calvete et al., 2018; Labella & Masten, 2018; Xia et al., 2018), los conflictos intrafamiliares (Ortega-Barón et al., 2016) y la comunicación hostil entre padres e hijos (Aguirre, 2018; Boniel-Nissim & Sasson, 2018; Castañeda et al., 2019; Romero-Abrio et al., 2019) inciden en las conductas agresivas en la adolescencia.
En el ámbito mediático, Gentile et al. (2011) lograron evidenciar cómo la exposición de los niños a contenidos violentos en los medios de comunicación pronosticó un incremento en los comportamientos agresivos y una disminución en las conductas prosociales durante el año escolar. De ahí que Al-Ali et al. (2018) consideren importante que los padres aumenten su conocimiento sobre los medios y los programas para que puedan ejercer un rol protector en los comportamientos de los niños.
En lo referente al ambiente escolar, las investigaciones señalan que la violencia escolar está relacionada con las normas de la escuela (Rey & Ortega, 2005) y las competencias sociales de los estudiantes (Pérez, 2005). Se ha encontrado, además, que el clima escolar asociado al bienestar de los estudiantes (Varela et al., 2019) y las relaciones que estos construyen en la escuela (Jain et al., 2018; Valdés-Cuervo et al., 2018) ayudan a prevenir la violencia escolar. En el caso del ciberbullying, Ortega-Barón et al. (2016) detectaron que la autoestima académica es un predictor de la victimización en la adolescencia.
En el marco de los procesos de intervención de la violencia escolar, los expertos plantean la necesidad de que las escuelas afectadas por este problema generen una mayor confianza en la comunidad educativa para denunciar la victimización entre compañeros (Berger et al., 2017) e implementen políticas de atención clínica para apoyar a las víctimas (Price et al., 2019). Asimismo, existen experiencias exitosas como la del programa «Asegúrate» que se enfoca en fortalecer la labor docente frente al ciberbullying, interviniendo áreas estratégicas como las formas de comunicación entre los estudiantes en las redes sociales, las normas de convivencia en las redes y los criterios para establecer amistades seguras (Del-Rey-Alamillo et al., 2018). Otras experiencias señalan que la violencia escolar disminuye cuando se promueven creencias tolerantes y se mejora la convivencia, a través del fortalecimiento de la comunicación e interacción entre los estudiantes (De-los-Pinos & González, 2012). En todo caso, la comunicación muestra ser un recurso eficaz para desarrollar alternativas frente a la violencia cuando logra que los estudiantes aprendan a resolver los conflictos pacíficamente y a expresar adecuadamente sus tensiones o discrepancias (Jalón, 2005). Por tanto, fortalecer la comunicación interpersonal entre los estudiantes es una estrategia esencial para prevenir la violencia escolar. Así lo confirman Estévez et al. (2007) cuando revelan que los adolescentes con menos conductas violentas en la escuela se caracterizan por tener una comunicación positiva con sus padres y actitudes más favorables hacia la autoridad institucional como la escuela y el profesorado. Valdez-Cuervo et al. (2018) señalan por su parte, que las prácticas docentes se relacionan con la violencia entre pares en la escuela a través de su efecto en el clima escolar y la empatía. En otras palabras, los profesores y la escuela en general juegan un rol importante en la prevención de la violencia escolar.
La investigación de Doumas y Midgett (2018) muestra precisamente a nivel pedagógico, que el clima escolar positivo fomentado por los profesores contribuye a reducir la victimización y el acoso. Se sabe que la justicia que imparte el profesor y la interacción con sus alumnos influyen en la relación entre la sensibilidad de las víctimas de tratos injustos y los comportamientos altruistas de los estudiantes (Jiang et al., 2019). No obstante, pese a esta afluencia de literatura, aún es escasa la evidencia empírica sobre el rol comunicacional de los profesores frente a la violencia escolar. Además, se carecen de estudios sobre la manera en que pueden incidir conjuntamente la comunicación entre profesores y estudiantes (comunicación pedagógica) y entre padres e hijos (comunicación familiar) en las conductas agresivas en la escuela. Este artículo aporta evidencia empírica novedosa a través de dos objetivos que contribuyen al análisis de violencia escolar desde una perspectiva comunicacional: 1) Identificar si la violencia escolar entre adolescentes y la comunicación interpersonal que estos tienen con sus padres y profesores presentan diferencias asociadas al género; 2) Determinar la influencia de la comunicación familiar y pedagógica en adolescentes agresores y víctimas de violencia escolar.
La investigación realizada fue de naturaleza correlacional exploratoria y se fundamentó en un diseño no experimental de tipo transversal analítico.
La población objeto de estudio son los adolescentes escolarizados que cursan educación básica secundaria y media en Colombia, los cuales son aproximadamente 4.709.538, según el Ministerio de Educación Nacional. Se seleccionó una muestra por cuotas de 1082 adolescentes (Z=1,96; VM=0,25) entre los 14 y 18 años (M=15,61; DT=0,90). Estos adolescentes estudian en escuelas identificadas en el trabajo de Jiménez y Jiménez (2018) como instituciones afectadas por casos frecuentes de violencia escolar. El género fue la cuota establecida para distribuir equilibradamente la muestra (50% hombres y 50% mujeres), ya que según la UNESCO (2019) es una variable asociada con la violencia escolar. La selección de los participantes se hizo intencionalmente por conglomerados, buscando representatividad tanto del género como de las edades y los grados de escolaridad. El tamaño de la muestra obedeció al interés por reducir el margen de error pasando del 5% al 3%, debido al tipo de muestreo realizado y por las características sociodemográficas de esta población.
La información se recolectó a través de un cuestionario compuesto por tres escalas confiables: la Escala de Intensidad de la Violencia Escolar (VES) de Jiménez y Jiménez (2018), la Escala de Comunicación Padres-Adolescentes (PACS) de Barnes y Olson (1982) y la Escala de Comunicación Docente-Alumno (ECD) de Gauna (2004). La escala VES identifica en un rango de 1 (nunca) a 5 (muy a menudo) las agresiones físicas y verbales (ejemplo: empujones, golpes, burlas e insultos) sufridas y generadas contra otros en la escuela. Estas agresiones entre adolescentes explican en un 66% la varianza total de la violencia escolar. La consistencia interna general de esta escala presentó un alfa de Cronbach aceptable de 0,75. La escala PACS evalúa en un rango de 1 (nunca) a 5 (siempre) la comunicación entre padres e hijos. En este estudio se usó una versión compuesta por siete ítems, de los cuales tres evalúan la comunicación familiar ofensiva (ejemplo: «Mis padres me dicen cosas que me hacen daño»), y los cuatro restantes evalúan la comunicación familiar abierta (ejemplo: «Puedo hablarles a mis padres de lo que pienso sin sentirme mal o incómodo»). La consistencia interna de esta escala fue de 0,71 para el factor comunicación familiar ofensiva, y 0,85 para el factor comunicación familiar abierta. Ambos factores explican en un 61% la comunicación parental.
La escala ECD dispone de siete ítems que evalúan en un rango de 1 (totalmente en desacuerdo) a 4 (totalmente de acuerdo) la comunicación del profesor en el aula (ejemplo: «La comunicación del profesor con los estudiantes se caracteriza por resaltar logros y no errores»). La consistencia interna general de esta escala fue de 0,78. Los ítems explican en un 61% la varianza total de la comunicación pedagógica verbal percibida por los adolescentes. Se eligieron estas escalas por su confiabilidad y se respetó la forma de evaluación original. En el caso de la Escala VES, su mayor ventaja es que se encuentra adaptada a la población objeto de estudio (Jiménez & Jiménez, 2018). La Escala PACS, en comparación con otras, fue creada para población adolescente y se ha usado en estudios sobre violencia escolar mostrando un buen comportamiento estadístico (Estévez et al., 2007; Castañeda et al., 2019; Romero-Abrio et al., 2019). La ECD se enfoca en la comunicación pedagógica del profesor en el aula, diferenciándose así de otros cuestionarios que se centran tradicionalmente en la relación interpersonal profesor-alumno (Zapata et al., 2010; Jiang et al., 2019) que ha sido ampliamente estudiada.
La recolección de la información se realizó con el consentimiento informado de los padres y directivos de las escuelas. Los adolescentes fueron capacitados sobre cómo diligenciar el cuestionario, y en ese proceso se resolvieron todas sus inquietudes. El cuestionario se aplicó presencialmente. Los datos obtenidos se procesaron con el software estadístico SPSS v23.
Para lograr el primer objetivo de esta investigación se aplicó la prueba T de Student y la U de Mann-Whitney, con el fin de determinar diferencias de género en la violencia escolar entre adolescentes y en la comunicación que estos tienen con sus padres y profesores. Se promediaron previamente los valores de las agresiones sufridas y generadas por los adolescentes en la escuela, y se sumaron las puntuaciones de los indicadores de la comunicación familiar y pedagógica. De igual manera, se establecieron tres niveles de comunicación (bajo, moderado y alto) a partir de los valores de dispersión mínimo (MIN), máximo (MAX) y de los percentiles treinta (P30) y setenta (P70).
El segundo objetivo que determina la influencia de la comunicación familiar y pedagógica en adolescentes agresores y víctimas, se logró mediante la aplicación de la prueba de correlación de Spearman entre los factores de la comunicación y las agresiones evaluadas. Se realizó un análisis de regresión múltiple compuesto por las variables que correlacionaron significativamente.
El procedimiento estadístico realizado responde a los criterios de causalidad planteados por Hill (2015), quien asegura que la asociación estadística es el primer requisito para establecer causalidad. Después de aplicar pruebas de colinealidad se incluyeron siete predictores. Este número es apropiado para el tamaño de la muestra y para estimar efectos de tamaño mediano (Tabachnick & Fidell, 2001).
Se presenta en esta sección los hallazgos obtenidos a partir de los dos objetivos trazados en este estudio.
Este estudio encontró que un 70% de los adolescentes habían sufrido de agresiones físicas y verbales en la escuela y reconocían haber agredido al menos una vez a sus compañeros. El 30% restante manifestó nunca haber sido víctima de agresiones físicas o verbales ni haber agredido a otros pares en la escuela.
|
Al aplicar la prueba T de Student se encontraron diferencias significativas entre la violencia escolar y el género de los adolescentes. Los hombres fueron en promedio más víctimas frecuentes de agresiones físicas y verbales en la escuela (M=1,89; DE=0,74; p=0,00; Cohen's d=0,28) comparado con las mujeres (M=1,69; DE=0,67). Asimismo, los varones reportaron en promedio ser más agresores (M=2,35; DE=0,92; p=0,00; Cohen's d=0,24) que las mujeres (M=1,93; DE=0,87). Dentro del ámbito comunicacional, los datos de la Tabla 1 indican que la comunicación de los padres y profesores con los adolescentes se sitúa con mayor frecuencia entre los niveles bajo y moderado. La prueba U de Mann Whitney identificó diferencias significativas entre el género de los adolescentes y los niveles de comunicación familiar y pedagógica. En este caso se encontró que las mujeres puntuaron significativamente más bajo (64,1%) que los hombres (35,1%) en el nivel de comunicación verbal con sus profesores (p=0,00; r-Rosenthal=−0,08).
En el nivel de comunicación ofensiva entre padres e hijos (p=0,00; r-Rosenthal=−0,07), las mujeres puntuaron más alto (57,6%) que los varones (42,4%). En el nivel de comunicación familiar abierta, si bien no hubo diferencias significativas relacionadas con el género (p=0,09; r-Rosenthal=−0,05), las mujeres adolescentes puntuaron más bajo (47,6%) que los hombres (52,4%).
En el factor «Comunicación Familiar Abierta», la credibilidad de los padres correlacionó significativa (p=0,00) y negativamente con las agresiones generadas por los adolescentes contra otros en la escuela. En este mismo factor se encontró que la disposición de los padres para prestar atención a sus hijos correlacionó significativa (p=0,00) y negativamente con las agresiones sufridas (victimización escolar).
En el factor «Comunicación Familiar Ofensiva» se pudo establecer que el acto de responderles mal a los hijos (p=0,04) y decirles cosas dañinas (p=0,00) correlacionó significativa y positivamente con la victimización.
En el ámbito educativo se halló, dentro del factor «Comunicación Pedagógica», que el uso de la comunicación por parte de los profesores para generar disciplina en los estudiantes dentro del aula (p=0,00) correlacionó significativa y negativamente con las agresiones generadas. El uso de la comunicación por parte de los profesores para resaltar en los estudiantes sus logros y no los errores (p=0,04) y hacerles ver la importancia de estudiar y aprender (p=0,04) correlacionó significativa y negativamente con la victimización.
La imagen siguiente (Figura 1) presenta los indicadores de las variables objeto de estudio que correlacionaron significativamente con la violencia escolar.
|
Un análisis de regresión aplicado a estas variables que correlacionaron significativamente permitió identificar los predictores de la comunicación familiar y pedagógica que influyen en la violencia escolar entre adolescentes.
|
Los valores de la Tabla 2 indican que la comunicación familiar y pedagógica influye en la violencia escolar entre adolescentes, prediciendo en un 8,5% los comportamientos violentos y en un 11,6% la victimización. Específicamente, se determinó que la comunicación ofensiva entre padres e hijos, caracterizada por decir cosas dañinas (β=0,22**) y responder mal (β=0,16*), predice significativamente el aumento de la victimización.
El análisis de regresión reveló en el mismo sentido, que la comunicación pedagógica del profesor centrada en hacerles ver a los adolescentes la importancia de estudiar y aprender (β=−0,12*) predice significativamente la reducción de la victimización. La comunicación entre profesores y estudiantes encaminada a generar disciplina (β=−0,29***) fue el único predictor significativo que mostró reducir el comportamiento escolar violento.
El objetivo principal de nuestro estudio fue determinar la influencia de la comunicación familiar y pedagógica en adolescentes agresores y víctimas de violencia escolar. Se presenta ahora una discusión entre los hallazgos propios y el de otros estudios, a fin de señalar similitudes, aportaciones y limitaciones empíricas.
En términos generales, se encontró que la comunicación de los padres y profesores con los adolescentes se ubica entre los niveles bajo y moderado. Es decir, que la comunicación familiar y pedagógica es deficiente en este contexto afectado por problemas de violencia escolar. Por este motivo, los padres y las escuelas afectadas requieren mejorar la comunicación interpersonal con los estudiantes, más aún cuando los estudios revelan que los vínculos afectivos entre los estudiantes y los adultos en la escuela influyen de manera significativa en la conducta de los adolescentes (Jain et al., 2018). La comunicación orientada a enseñarle a los estudiantes a resolver pacíficamente sus conflictos (Jalón, 2005) y el involucramiento de las familias en la prevención de la violencia escolar (Valdez-Cuervo et al., 2018) contribuyen eficazmente a la reducción de las agresiones entre pares.
Por otro lado, identificamos que las agresiones entre adolescentes en la escuela y la comunicación que estos tienen con sus padres y profesores presentaron diferencias significativas asociadas al género. En este caso, los hombres fueron más propensos que las mujeres a ser agresores y víctimas. En cambio, a nivel comunicacional, las mujeres fueron más propensas que los varones a recibir ofensas por parte de sus padres y a tener un nivel de comunicación más bajo con sus profesores.
Nuestros hallazgos en materia de género coinciden con diversos estudios que revelan cómo la violencia escolar se ejerce de forma distinta en hombres y mujeres (Machimbarrena & Garaigordobil, 2018; Jain et al., 2018; UNESCO, 2019); además muestran que las diferencias de género permean el ámbito de la comunicación familiar y pedagógica. Varios de estos aspectos están presentes en la investigación de Linares et al. (2019) quienes mencionan cómo detrás del ciberbullying entre adolescentes coexisten problemas familiares y culturales asociados al sexismo y las desigualdades de género.
En este contexto toma relevancia educar en igualdad como un valor esencial para prevenir la violencia de género (Gallardo & Gallardo, 2019), especialmente porque el género está asociado con los roles ejercidos en el acoso a nivel presencial y virtual (Baldry et al., 2017) e interviene en la relación entre la percepción de los adolescentes sobre las prácticas parentales y la participación en el ciberacoso (Gómez-Ortiz et al., 2018).
En referencia al objetivo principal, encontramos una relación entre la violencia escolar y la comunicación entre padres e hijos. Las correlaciones significativas indican que cuando la comunicación familiar es abierta disminuye la victimización y la probabilidad de que los adolescentes adopten comportamientos agresivos; en cambio, cuando es ofensiva la probabilidad de victimización aumenta.
El análisis de regresión mostró al respecto que la comunicación familiar ofensiva es un factor predictor de la victimización. Este resultado concuerda con el estudio de Romero-Abrio et al. (2019) que asocia la victimización en la adolescencia con una comunicación familiar problemática. De igual forma, coinciden con los trabajos de Aguirre (2018) y Castañeda et al. (2019) que señalan cómo la comunicación abierta con el padre y la madre correlaciona negativamente con la victimización escolar; mientras que la comunicación parental ofensiva correlaciona positivamente con la victimización.
La investigación de Xia et al. (2018) ayuda a entender mejor nuestros hallazgos al evidenciar que los adolescentes que padecieron violencia intrafamiliar tenían más probabilidades de aceptar normas violentas y estar expuestos a las agresiones de sus pares, lo que aumentaba la probabilidad de agresión y victimización en su vida. Al respecto, Labella y Masten (2018) aseguran que la familia es un sistema de adaptación que incide en las conductas violentas en los niños o puede prevenirlas si proporciona calidez y comportamientos saludables.
Por otra parte, se encontraron datos novedosos que indican que la comunicación entre profesores y estudiantes centrada en generar disciplina en el aula es un predictor que reduce las conductas agresivas en la escuela. La disciplina hace alusión al conjunto de procedimientos, normas y reglas que implementan los profesores para mantener el orden en la escuela (Valdés-Cuervo et al., 2010).
Los estudios advierten que cuando se pierde la disciplina aumentan los conflictos entre los estudiantes (Mayora et al., 2012) y los comportamientos antisociales en la escuela (Pérez, 2005). Nuestros hallazgos reafirman el rol esencial de la disciplina para contrarrestar la violencia escolar. Sobre esto en particular, hay estudios afines que resaltan las normas de convivencia (Del-Rey-Alamillo et al., 2018) y la ayuda del profesor como variables que reducen el ciberbullying en adolescentes (Ortega-Barón et al., 2016). El trabajo de Valdez-Cuervo et al. (2018) resalta la relevancia de las prácticas docentes no permisivas y la participación del profesorado en estrategias como la intervención directa y las reuniones con los agresores como recursos eficaces para disminuir la violencia escolar.
Otro hallazgo pedagógico novedoso fue que la comunicación del profesor centrada en resaltar en los estudiantes sus logros correlacionó significativamente con una reducción de la victimización. Esto se debe a que este tipo de comunicación contribuye a mejorar la autoestima académica, que a su vez es un aspecto que reduce la victimización (Ortega-Barón et al., 2016), y por eso, los niños con baja autoestima son más susceptibles a convertirse en víctimas de acoso (Van-Geel et al., 2018).
Finalmente, establecimos que la comunicación del profesor en el aula es un predictor que disminuye la victimización escolar cuando logra que los estudiantes vean la importancia de estudiar y aprender. Este hallazgo enfatiza en la relevancia de la comunicación pedagógica para prevenir la violencia escolar cuando genera aprendizajes significativos que conciencian a los estudiantes en la importancia de educarse. Esto se relaciona con lo expuesto por Boggino (2005), quien frente a la prevención de la violencia escolar propone organizar la enseñanza docente para favorecer el aprendizaje significativo de los estudiantes mediante el abordaje de problemas específicos y contextualizados, la participación activa y la generación de conceptos, valores y normas sociales.
Es pertinente anotar que si bien el peso de influencia de la comunicación familiar y pedagógica sobre la violencia escolar fue bajo (entre 8,5 y 11,6 por ciento de la varianza total), es similar al de otros estudios afines que confirman la naturaleza multicausal de este fenómeno. Entre estos sobresalen: el trabajo de Boniel-Nissim y Sasson (2018) que evidencia cómo la comunicación familiar predice la victimización en un 4% de la varianza total y el de Ortega et al. (2016) que señala cómo la cohesión familiar, la autoestima académica, el conflicto familiar, la expresividad y la ayuda del profesor predicen la victimización del ciberbullying entre un 6,2% y 9,7%.
Nuestro estudio contribuye al análisis de la violencia escolar desde una perspectiva comunicacional. Los hallazgos obtenidos permiten concluir, primeramente, que el género marca diferencias en la forma en la que se ejerce la violencia escolar entre adolescentes y en la comunicación que estos tienen con sus padres y profesores. Sugerimos frente a lo anterior, nuevos estudios que exploren el rol de la comunicación pedagógica frente a la violencia de género en las escuelas. Se sabe que el comportamiento antibullying de los maestros está asociado con bajos niveles de victimización (Doumas & Midgett, 2018). A su vez, la confianza escolar aumenta cuando los estudiantes ven que sus maestros toman correctivos frente a la violencia de género por razones de orientación sexual y no hacen comentarios excluyentes (Berger et al., 2017). En segundo lugar, concluimos que la comunicación familiar y pedagógica influye en la victimización y los comportamientos agresivos de los adolescentes en la escuela. La evidencia empírica nos permite inferir que la comunicación familiar ofensiva es un factor de riesgo de la violencia escolar; esto a diferencia de la comunicación abierta de los padres y profesores con los adolescentes escolarizados, que sirve como factor protector para disminuir o prevenir dicha violencia. Este asunto guarda relación con lo planteado por Estévez et al. (2007) quienes aseguran que existe una asociación entre la comunicación parental y la violencia escolar, y entre las expectativas del profesor y la actitud del alumno hacia la autoridad institucional, que está fuertemente vinculada con la conducta violenta.
Todos los aspectos señalados en este estudio revelan la necesidad de fortalecer la comunicación y la relación familia-escuela para lograr mejores resultados en la implementación de estrategias de prevención e intervención de la violencia escolar, tal como lo confirman algunos programas de intervención exitosos en este campo (De-los-Pinos & González, 2012; Del-Rey-Alamillo et al., 2018).
A partir de nuestros hallazgos y de la investigación de Gentile et al. (2011), que señala cómo los medios masivos influyen en la violencia escolar, sugerimos dentro de las recomendaciones finales seguir desarrollando estudios para determinar si la comunicación familiar abierta interviene como factor protector en la relación entre la exposición de los niños a contenidos violentos en los medios y los comportamientos agresivos.
Proponemos a nivel educativo estudiar si la comunicación pedagógica es más efectiva para intervenir la violencia escolar cuando está mediada por las relaciones entre profesores y estudiantes, y por la justicia que imparte el maestro frente a los actos de indisciplina. Esta propuesta se basa en el estudio de Jiang et al. (2019) que revela cómo la justicia del profesor fortalece el vínculo con sus estudiantes e influye en la relación entre la sensibilidad de las víctimas y el altruismo.
Resaltamos como una limitación de este estudio que en la muestra participaron solamente adolescentes de escuelas urbanas. Por esta razón, se requieren otros estudios que analicen la violencia escolar en instituciones rurales ya que, en el caso colombiano, el impacto del conflicto armado interno ha sido diferente para estos dos contextos (Ospina-Ramírez et al., 2018). No obstante, este artículo es uno de los primeros desarrollos empíricos en evaluar conjuntamente el rol de la comunicación pedagógica y familiar frente a la violencia escolar. 1
References
Published on 31/03/20
Accepted on 31/03/20
Submitted on 31/03/20
Volume 28, Issue 1, 2020
DOI: 10.3916/C63-2020-07
Licence: Other
Are you one of the authors of this document?