El discurso televisivo produce un efecto homogeneizador que hace que todo parezca lo mismo y valga lo mismo. Produce, así, un espectador pasivo y aburrido. El discurso no le propone ninguna operación de interpretación que lo implique subjetivamente. Sin embargo, es saludable que pensemos en los adolescentes/televidentes y su relación con sus consumos culturales masivos, no ya como una generación perdida por el consumismo global irremediable, sino como jóvenes espectadores de textos audiovisuales complejos que implican el uso de lenguajes o códigos también complejos, que los interpelan como espectadores/interpretadores activos.
Published on 30/09/08
Accepted on 30/09/08
Submitted on 30/09/08
Volume 16, Issue 2, 2008
DOI: 10.3916/c31-2008-03-031
Licence: CC BY-NC-SA license
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