Las aproximaciones teóricas a la realidad televisiva infantil siguen mostrando un horizonte desolador, sembrado de alusiones constantes a la violencia, la vacuidad de los mensajes, la pobreza de su lenguaje o la carga ideológica que arrastran consigo los contenidos y, la influencia de todo ello, claro está, en las mentes inmaduras de los más pequeños. Si bien es cierto que el panorama de la programación infantil encuentra en estas apreciaciones parte de su verdad, muchas encierran entre sus líneas estridentes resonancias de la literatura de los ochenta y principios de los noventa donde la televisión no era más que una máquina con suficientes razones para desterrarla de la cotidianidad del hogar. Hoy, encontramos ante posturas más eclécticas que nos hablan de la influencia moderada de la televisión en los niños, siempre en relación con otros muchos factores que construyen el contexto de la población infantil. El análisis de contenido llevado a cabo en el marco del proyecto «Indicadores de calidad de los contenidos audiovisuales –programáticos y publicitarios– dirigidos al target infantil» (SEJ2004-01830/CPOL) financiado por el MEC/FEDER en la convocatoria I+D+i 2004-2007, dirigido por la doctora Victoria Tur arroja nuevos resultados a las controvertidas arenas de la programación infantil, pues junto a los contenidos violentos que siguen copando cuantiosas horas en las parrillas de las televisiones privadas, se encuentran nuevos programas que abogan por la formación en valores sociales, en asuntos de agenda como el respeto y el empleo responsable de los bienes naturales o simplemente por el entretenimiento más sano. La violencia, la gran estrella de portadas de periódicos y titulares de libros, sigue siendo un recurso importante, pero las críticas que sobre ella acechan constantemente deberían reconducirse hacia otro problema, la programación generalista que es vista por el público infantil. Así, los estudios muestran que la mayoría de horas que los niños pasan frente al televisor no están viendo programas dirigidos a ellos. La argumentación es sencilla: de las cadenas nacionales sólo TV2 emite programación infantil durante la semana y sus contenidos se reparten en tres franjas horarias, de las cuales, sólo una, la de la tarde, se ofrece a una hora en la que puede ser vista por los niños, ya que coincide con la salida del colegio. Por tanto, la ausencia o escasez de oferta de productos dirigidos específicamente a ellos, conduce a los niños al consumo de programación adulta, que, pese al Código de Autorregulación adoptado por las televisiones, deja todavía mucho que desear en los horarios de máxima audiencia. La solución, ahora, no sólo pasa por guionistas, productores y programadores, sino por el esfuerzo de padres y educadores en fomentar un consumo responsable y, lo que es más importante, en ofrecer alternativas que destronen para siempre a la televisión de su enraizado puesto de niñera electrónica.
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Published on 30/09/05
Accepted on 30/09/05
Submitted on 30/09/05
Volume 13, Issue 2, 2005
DOI: 10.3916/25792
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