La hija del aire de Calderón, cuya Primera parte se complementa con la Segunda, es una buena muestra de las nefastas consecuencias que acarrean la mala conducta de los gobernantes, sus intrigas y su afán de poder. El drama es un buen ejemplo de las crisis que provoca la presencia de una confusa e intrigante monarquía, que transciende más allá de las tablas. Se proyecta en el espacio político de los espectadores del siglo XVII. La figura central de la Primera parte, Semíramis, conduce su gobierno movida por la pasión de poder y por la tiranía. El modelo de gobierno que representa su hijo en la Segunda parte, el imprudente Ninías, es igualmente perjudicial para la nación. Su inexperiencia y desidia ante las obligaciones de su puesto, provocan la inestabilidad política y social. Ambos poderosos se muestran incapaces de controlar las pasiones que obnubilan la razón (los celos, la venganza, el rencor) y de seguir el camino medio de la virtud: la llamada vía mediocritas. Las dos partes del drama postulan, como gobierno a evitar, la necesidad del control de los instintos primarios de quien rige y de educar en el buen gobierno, dentro del concepto pedagógico del speculum principis, a los regidores de un país. El regente corrupto, rijoso, dominado por validos y por sus propios instintos de dominio provoca la inestabilidad y la degeneración. Arriesga con su conducta la supervivencia del estado que dirige. En este sentido, La hija del aire casa justamente, como representación poética y dramática, dentro de los dramas que muestran, en una segunda lectura, poderosas e intrigantes alegorías de las crisis del poder.
Published on 01/01/09
Accepted on 01/01/09
Submitted on 01/01/09
Volume 2, Issue 1, 2009
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