La enorme lluvia de materiales y escritos diversos sobre los medios en general y la televisión (TV, en adelante) en particular, ponen de manifiesto elocuentemente la importancia y el interés social despertado durante más de medio siglo por este revolucionario hallazgo técnico, uno de los de mayor repercusión -sin duda alguna- en las sociedades contemporáneas en todo el planeta. Es tal el volumen y la cantidad, que nadie puede llegar a albergar la esperanza de llegar a leerlo y estudiarlo todo. La importancia de la TV como fenómeno social de primera magnitud, justifica la atención que se le ha dedicado y se le dedica, algo que antes que disminuir se ha ido acrecentando más y más. Es lógico que sea así, pues cualquier idea que contribuya a que conozcamos mejor la TV, que ayude a mejorarla, a utilizarla más racionalmente, merece la bienvenida: cuanto más importante es una cosa y mayor es su trascendencia social, tanto más tenemos que procurar que esté ordenada rectamente según la razón, y no según otro tipo de intereses que seguro en un medio como éste siempre están aflorando. Con sus aspectos positivos y negativos, con sus luces y sus sombras, la TV se nos presenta como un maravilloso adelanto técnico del que no siempre hacemos recto uso. Y éste es ya un importante problema. Por mucho que se diga, el negocio de la TV no es una actividad mercantil sin más. Ciertamente, el mundo de lo audiovisual es un sector con gran relieve económico, pero es una actividad que trasciende el ámbito de la economía y de la tecnología, para incidir no en menor medida en los ámbitos de la cultura, la educación y el cuerpo social entero. Es por eso por lo que nos debe preocupar a todos: por los hijos, por los alumnos, por los adolescentes, por los jóvenes, por todos en general. Independientemente de si creemos que la programación es una excusa para justificar la presencia de la publicidad o todo lo contrario, poniendo de manifiesto nuestra manera de entender el medio y nuestra posición y análisis de la propia TV, por cuanto la consideración de ciertas ventajas -comodidad, recreo visual, instantaneidad, espectacularidad- de la información audiovisual, podemos destacar una serie de limitaciones de la TV como medio informativo, que pueden servir para situar a padres y educadores y todo público en general frente a un medio que hay que dominar. En este caso, la escuela no puede permanecer pasiva siendo cómplice por omisión del poder televisivo, razón de más para que educar en un consumo racional e inteligente del medio, incrementando el sentido crítico de las audiencias y enseñando a descifrar los códigos televisivos, debiera ser ya una prioridad ineludible para la escuela.
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Published on 30/09/05
Accepted on 30/09/05
Submitted on 30/09/05
Volume 13, Issue 2, 2005
DOI: 10.3916/25806
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