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El pasado año, el Instituto Nacional del Consumo realizó un sondeo sobre los hábitos de consumo de la televisión y de nuevas tecnología de la infancia y la juventud que desvelaba datos tan significativos como que el consumo solitario de la televisión se va consolidando, frente al tradicional consumo en familia. Así mismo destacaba el hecho de que la ausencia (o escasa presencia) de una programación infantil dirigida específicamente a la infancia, no impide que los niños se estrenen como «consumidores» de televisión a edades muy tempranas: la mayoría entre los 2 y los 3 años. Por otro lado, en las Jornadas de Política y Periodismo llevadas a cabo en la ciudad de Estepona el pasado 13 de julio, se destacó el hecho de que hay una franja de edad entre los 17 y 25 años para quienes la televisión se ha convertido en un medio marginal como fuente de información. En este marco, parece adecuado cuestionarse la calidad de los contenidos televisivos y como los receptores de esos contenidos puede influir en ellos con algo más que con unos determinados índices de audiencia que, salvo excepciones, en nada se corresponden con los criterios de calidad exigibles a un servicio público. Por ello, en este artículo se verá cómo en la actualidad los medios televisivos se encuentran ante un novedoso fenómeno emergente: la aparición de un nuevo lobby no orgánico que cuestiona la veracidad de sus contenidos, ejerciendo de esta manera un fuerte control de calidad sobre los mismos. Es la nueva fiscalización de la pantalla interactiva (ordenador-internet), sobre la pantalla directiva (televisión). Lo que hasta ahora era un telespectador pasivo, sujeto a una comunicación vertical y jerarquizada, está pasando a involucrarse en la información que recibe y además se convierte en creador de contenidos, corrigiendo y cuestionando la credibilidad de medios televisivos tradicionales y consiguiendo al tiempo un elevado nivel de influencia. Ejemplos de dicha presión serían las recientes dimisiones de dos importantes comunicadores estadounidenses como Dan Rather, consagrado periodista presentador de informativos en la cadena CBS, y Eason Jordan, director de información de la CNN hasta su retirada. Ambos abandonos fueron provocados básicamente por la movilización social producida en una nueva generación que, desde la blogosfera hace oír su voz. La desestructuración de este nuevo grupo de influencia en la sociedad civil, lejos de suponer un obstáculo, garantiza en cierto modo su independencia, frente a otras organizaciones y asociaciones de telespectadores cuya efectividad podría ser cuestionada a tenor de la situación actual de los contenidos televisivos. La televisión actual se enfrenta hoy día al reto de asumir una nueva generación de espectadores, para quienes ya no es su única fuente de información, sino sólo un miembro más de un universo de comunicación global multipantalla, y por tanto tendrá que luchar por su primacía en un mundo en el que el usuario accede a una oferta informativa muy superior, incluso mutando de receptor pasivo a agente emisor capaz de desempeñar una interesante labor de cara al control de calidad de los productos audiovisuales que se difunden desde las diferentes emisoras comerciales y/o públicas.
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Published on 30/09/05
Accepted on 30/09/05
Submitted on 30/09/05
Volume 13, Issue 2, 2005
DOI: 10.3916/25807
Licence: CC BY-NC-SA license
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